EL NOMBRE DE ESTA BANDA ES TALKING HEADS
Y sin embargo, pese a que ello me iba a obligar -como así ha ocurrido- a forzar un poco el marco de referencia más frecuente en nuestras emisiones, quería dedicar estos programas -ahora que finaliza 2011, pasados veinte años de la separación del grupo- a una banda que fue esencial en mi juventud, de la que tengo todos sus vinilos (en efecto, vinilos... ¡¡qué época aquella!! Tempus fugit: los miembros del grupo tienen todos -salvo su líder, David Byrne, que nació en 1952- más de sesenta años), a la que siempre deseé -sin éxito- ver sobre un escenario (su doble álbum de 1982, grabado en vivo, The name of this band is Talking Heads, es uno de los más gloriosos discos en directo que he escuchado jamás y despertó en mí, como lo habrá hecho en miles de jóvenes, el deseo de poder reproducir esa experiencia en primera persona y sin la, pese a todo, pobre mediación del disco). Me queda el consuelo de un concierto de su miembro más destacado, el muy inteligente y genial David Byrne, compartiendo cartel con la brasileña Margareth Menezes, en Madrid a finales de los ochenta.
Y es que la música de los Talking Heads, lo comprobaréis si escucháis los programas, es magnífica. Guitarras afiladas, poderosísima base rítmica, con el deslumbrante bajo de la sosa Tina Weymouth punteando el desarrollo de las melodías -casi siempre muy nítidas y contagiosas- con el apoyo de la contundente batería de su marido, Chris Frantz. Además, unos teclados envolventes, de los que era responsable Jerry Harrison, que también tocaba la guitarra, creando un denso clima sonoro como fondo a la voz siempre algo histriónica de David Byrne, la indudable cabeza pensante de estos Talking Heads que empezaron siendo un grupo de culto pero que acabaron encabezando incluso las listas de ventas. Una música repleta de inequívocas influencias negras, con referencias al soul y a la música africana, con guiños más que explícitos al universo sonoro latino, con propuestas mestizas. Una música que no teme incurrir en experimentos varios, estableciendo múltiples pasarelas con vanguardias artísticas y musicales. Con los Talking Heads colaboraron de diversas maneras, entre otros, Brian Eno (con el que Byrne publicó un disco esencial, un hito en mi modesta trayectoria de amante de la música: My life in the bush of ghosts), Adrian Belew, Robert Fripp, Phillip Glass. Su influencia es notable en la obra de numerosos artistas posteriores (Radiohead, por ejemplo, debe su nombre a una canción de los Talking Heads). En fin, encontraréis en internet muchos excelentes comentarios sobre el grupo... De esa música excepcional y singularísima podréis escuchar, en la emisión de esta semana, una muestra formidable: And she was, Burning down the house, Crosseyed and painless, Mr. Jones, Love for sale, Life during wartime, Television man, Girlfriend is better, Listening wind y Road to nowhere.
Y en la sección de vídeos, una maravilla. La película completa que Jonathan Demme (el director de El silencio de los corderos, Filadelfia y también Algo salvaje, por citar otra película vinculada a los Talking Heads, con participación de David Byrne y Jerry Harrison en su banda sonora) dedicó en 1984 a un excepcional concierto del grupo (en realidad, tres conciertos superpuestos, podríamos decir). No deberíais dejar de ver (sobre todo los más jóvenes, los que no tuvisteis la posibilidad de disfrutar de la banda en su época) esta colosal, deslumbrante, originalísima, sorprendente y genial maravilla, Stop making sense. (Los problemas que me he encontrado en las últimas semanas en embedr, el elegante sistema de presentación de vídeos que utilizo habitualmente, me obliga a ofreceros la película en otro formato. Espero que funcione).
El nombre de esta banda es Talking Heads
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