martes, 3 de julio de 2012


EL HIJO DE BRIAN JONES

A lo largo del mes de julio, durante cinco lunes (y no cuatro como errónea y empecinadamente me obstiné en repetir en más de una emisión en la que anticipaba estos programas), Buscando leones en las nubes os ofrecerá una serie de ediciones que contarán con el protagonismo exclusivo y monográfico de los Rolling Stones, el muy longevo grupo británico, icono absoluto de la música rock en el último medio siglo. Este año coinciden dos aniversarios relevantes en relación con la mítica banda. En abril de 1962, hace unos meses se cumplieron los cincuenta años, se formó el grupo con la presencia originaria de Brian Jones, Mick Jagger, Keith Richards, Ian Stewart, Geoff Bradford y Dick Taylor. Después de cambios varios y de diversas altas y bajas de algunos miembros no esenciales, el 12 de julio de ese mismo año la banda (sin Bradford y con Tony Chapman a la batería) ofreció, supuestamente, su primera actuación bajo el nombre de The Rolling Stones. Veinte años después, hace ahora treinta, pues, el 7 de julio de 1982, sus satánicas majestades daban un concierto espectacular, de proporciones ya legendarias, al que pude asistir, enardecido y apasionado, en el Estadio Vicente Calderón de Madrid.

Con esa doble excusa Buscando leones en las nubes va a hacer un repaso de la obra de los Rolling Stones a lo largo de, como digo, cinco ediciones en las que presentaremos otras tantas aproximaciones a su desbordante universo musical. Debo advertiros que el enfoque que guiará estos programas es absolutamente subjetivo y personal. Los Rolling -yo siempre los he llamado así, ya de chico detestaba a los pedantes que decían los Stones; aunque entiendo que esos “pedantes”, a diferencia de mí, simplemente sabían inglés- han sido una compañía constante en mi vida, desde que era apenas un adolescente y mis amigos me regalaban sus singles en mis cumpleaños, recuerdo los catorce, los quince, los dieciséis. Recuerdo también los discos escuchados en Giráldez, la entrañable y magnífica tienda musical de Vigo, desaparecida hace décadas. Mi vida está trufada de detalles, de vivencias, de experiencias, unidas a alguna canción del grupo. Será, pues, una selección de sus canciones más significativas para mí, al margen de su relevancia objetiva, lo que aparezca en estas emisiones sucesivas de Buscando leones en las nubes. Así por ejemplo, Exile on Main Street, un álbum objetivamente magnífico, tiene muy escasa presencia en la serie y ello porque, por razones que ahora no consigo rememorar, fue un disco que no escuché demasiado en su tiempo y no está vinculado “sentimentalmente” a mi memoria. Sin embargo, sí lo está -y de qué manera- Aftermath, que, publicado en 1966, escuché poseído y deslumbrado pocos años después en mis “dulces” dieciséis años de tímido, inocente y definitivamente pardillo estudiante de COU. En la emisión de esta semana vais a escuchar íntegro el álbum, con el inevitable acortamiento de los más de once minutos de Going home. Son quince las canciones que conforman el programa, las catorce de la edición británica original más la conocida Paint in black que se añadió en la versión norteamericana.

Y como el disco contaba con el liderazgo de Brian Jones, que moriría al cabo de sólo tres años en circunstancias extrañas, ahogado en la piscina de su casa, he decidido que la parte literaria del programa se nutra de fragmentos de una novela recientemente aparecida, El hijo de Brian Jones, publicada por Alianza Literaria, en la que Jesús Ferrero ha querido que la vida de excesos y creatividad de Julián, su protagonista, nacido el año de la prematura muerte del músico, se mire en el espejo de la torturada y convulsa e intensa existencia del fallido pero influyente y a la postre decisivo fundador de los Rolling Stones. Julián es hijo de los jardineros de Brian Jones, desaparecidos en un accidente de tráfico pocos años después del nacimiento del niño. Julián crece en Madrid con su abuela y su tía, enamorada fan del grupo. En su juventud conocerá en Nueva York a Alexis, el ficticio hijo de Brian Jones que Ferrero inventó para su novela a partir de una base real. Oigamos al autor: Brian Jones tuvo unos cuantos hijos ilegítimos. Tony Sánchez, el camello español de los Rolling Stones, habla de cinco, otros aseguran que tuvo diez, John Morgan habla de doce. El que protagoniza mi novela nació en Madrid seis meses después de la muerte de Brian Jones, pero pasó casi toda su vida en Nueva York. Su madre, Lucila Fáver-Flórez, pululaba por la capital inglesa en el momento en el que el Swinging London estaba alcanzando su máximo esplendor. Heredó de su padre la sensibilidad musical, su apariencia andrógina, su voz susurrante, su temblor ante la noche y la soledad, pero no heredó ni su arrogancia, ni su maldad, ni el amor sofocante a sí mismo. Ni siquiera heredó la tentación del abismo aunque en su vida hubo mucho de abismal. Es un personaje cristalino. Este carácter “limpio” de Alexis aparece en la novela enfrentado al más turbio retrato de su padre, el oscuro Jones, déspota y cruel, narcisista y agresivo, autodestructivo y torturado. Brian Jones -sigue diciendo Ferrero- podía ser trasparente en su desdicha, en su intransigencia, en su soledad multitudinaria, llena de ruidos de fondo y de ataques de pánico, pero yo lo veo como una personalidad bastante opaca y como un alma llena de oscuridad. Alexis no se parece en eso a él. La trasparencia de Alexis es real, como es real su bondad. Cuando estaba apareciendo ante mis ojos sentía cierta extrañeza, como si su alma desprendiera una fragancia desconocida, y sentía también vértigo: el vértigo que nos provocan ciertos seres extraordinarios a los que quisiéramos proteger de la maldad humana, de su crueldad fundamental, de su barbarie. En otras novelas había perseguido seres cristalinos, pero nunca hasta ahora había llegado a mí un personaje tan esencial, tan cardinal, tan sensitivo, tan digno de ser amado por encima de todas las cosas. El contraste entre esos dos personajes antagónicos, unidos por la figura de Julián y de un puñado de magníficos secundarios, sirve también a Jesús Ferrero para mostrar los paralelismos entre dos universos, el del Londres de los sesenta, el maravilloso swinging London de las espléndidas chicas con minifalda y la permanente fiesta, y el Nueva York, más exactamente el Broadway, de los noventa, de discotecas y alcohol y arte y glamour. Y en ambos las drogas, el rock, el sexo, el hedonismo y los excesos, la destrucción, en una novela trufada de intensas reflexiones sobre la existencia, de referencias al romanticismo alemán, en su doble vertiente -algo demoníaca y mercurial- de amor apasionado y vital y, simultáneamente, de devastadora pulsión por la muerte, de irrefrenable tentación del abismo.

En la sección de vídeos, tres canciones del álbum grabadas en vivo en 1966, en Ready Steady Go!, un clásico de los programas musicales la televisión inglesa: Under my thumb, I’m waiting y Paint it black. En la filmación ya están Charlie Watts y Bill Wyman, que con Jagger, Richards y Jones (sin olvidar a Mick Taylor y más tarde a Ron Wood) formarían el núcleo más estable y reconocible del grupo. En ella se puede apreciar, además, el entusiasmo desbordante que provocan en su público.

El hijo de Brian Jones

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No puedo, bueno... no quiero imaginarte con pantalones de campana, camisa ceñida y bailando esos ritmos endiablados, (a mí me sobra imaginación) jajaja.

Un muy, muy fuerte abrazo ;)

Alberto San Segundo dijo...

... Ahí va otro reto a tu imaginación, anónimo comentarista: además... ¡¡¡llevaba melenas!!!!

"salakot" by Carlos Montenegro dijo...

Confirmo las melenas, si bien "amenazada" porque en aquellos tiempos no eran del gusto de nuestros padre.
Pero nos dejaban, sólo que nos decían que era mejor para el pelo llevarlo corto, dejemos el tema capilar y te diré anónimo que los pantalones campana ya rayaban en lo indecible cuando se complementaban con una hebilla en el cucu. (la cola que dicen en algún país latino, no la del nuestro), y dejemos el sexo.
Eramos muy modernos -en nuestra categoría- como la discoteca Olimpia _la más grande en su categoría-. Fue muy divertido.