martes, 6 de marzo de 2018
CINE Y JAZZ
Esta semana, dejados atrás ya los “fastos” de la celebración de nuestra llegada a la emisión número seiscientos, damos comienzo a una nueva serie, que se prolongará a lo largo de tres emisiones, con el cine como protagonista principal. Y es que coincidiendo con el último mes de sucesivas ceremonias de entregas de premios cinematográficos -Globos de Oro, Goya, los Cesar franceses-, la última esta misma madrugada, con los galardones correspondientes a los Oscar de Hollywood aún “calentitos”, tanto en mi otro espacio en la emisora universitaria salmantina, Todos los libros un libro, como ahora aquí, en Buscando leones en las nubes, se han ido sucediendo los programas alusivos, de una manera más o menos directa, al séptimo arte.
Así, en Todos los libros un libro he presentado en estas semanas precedentes, diferentes títulos que abordan el fenómeno cinematográfico desde muy distintos puntos de vista: la presencia de las ciudades en el cine, los inabarcables ángulos de la legendaria película Casablanca, las relaciones entre cine y literatura a través de una decena de espléndidos relatos literarios objeto de traslación fílmica, los siempre llamativos gazapos y meteduras de pata en las cintas, y también la vinculación entre el cine y el jazz, estudiada en un libro magnífico, titulado precisamente Cine y jazz, en el que el experto Carlos Aguilar explora ambos territorios artísticos en una obra magnífica que ahora quiero recuperar desde otra óptica -distinta a la de la reseña literaria- para el programa de esta semana y los de los dos próximos lunes.
Carlos Aguilar presentó su Cine y jazz en la Editorial Cátedra en 2013, en una edición completísima -cuya crítica podéis leer en el blog del programa, todosloslibrosunlibro.blogspot.com-, organizada bajo la forma de un exhaustivo diccionario -estructurado, pues, bajo un orden alfabético- integrado por centenares de referencias a largometrajes -de ficción y documentales-, cineastas -intérpretes o directores-, piezas musicales, discos, músicos de jazz y creadores de partituras para cine que pueblan la inagotable historia de las apariciones del jazz en la gran pantalla.
En la serie que ahora comienzo voy a ofreceros una treintena de entradas del libro, con sus correspondientes “ilustraciones” musicales, en una selección de extraordinaria dificultad, dada la infinidad de alternativas posibles, con piezas bellísimas, títulos significativos, películas destacadas y músicos representativos que forzosamente van a quedar fuera de ella. Por ello, me he impuesto un restrictivo criterio para llevar a cabo la antología, dejando abiertas otras opciones para temporadas venideras del programa.
Admitiendo la distinción -que Carlos Aguilar comenta en su prólogo en un riguroso análisis técnico- entre films en los que el jazz es protagonista y aquellos en los que su música sólo forma parte de la banda sonora, en estos tres espacios me centraré exclusivamente en películas en las que los protagonistas son artistas del género, biopics de personajes reales -Charlie Parker, Chet Baker, Thelonious Monk- o ficticios, cintas que en su trama incluyen actuaciones o interpretaciones en “garitos” nocturnos, teatros o clubes de jazz, documentales sobre festivales o conciertos y, en general, películas que inequívocamente describen el mundo de jazz.
Seguiré para ello un criterio de ordenación cronológico, empezando por un tema de The jazz singer, el título pionero de Alan Crosland, en 1927, hasta finalizar, dentro de quince días, con un clásico de Ray Charles extraído de Ray, su exitosa biografía cinematográfica de 2014 a cargo de Taylor Hackford. Cada canción va precedida de la entrada del libro correspondiente a la película a la que pertenece.
En consecuencia, las cintas escogidas para este primer programa son la mencionada The jazz singer, dirigida por Alan Crosland en 1927; Blues in the night, de Anatole Litvak, estrenada en 1941; Cabin in the sky, una creación de Vincente Minelli en 1943; Stormy weather, de1943, con Andrew L. Stone en la dirección; Noche y día, obra del realizador Michael Curtiz en 1946; Los fabulosos Dorseys, que dirigió Alfred E. Green en 1947; El trompetista, de nuevo a cargo de Michael Curtiz, esta vez en 1949; Música y lágrimas, el biopic sobre Glen Miller, que dirigió Anthony Mann en 1954; The Benny Goodman story, realizada por Valentine Davies en 1956; Alta sociedad, la película del mismo año de Charles Walters; y Chantaje en Broadway, del inglés Alexander Mackendrick, cerrando en 1957 este primer repaso a los films con temática jazzística.
Los intérpretes de los temas musicales, obviamente uno por película, son el pionero Al Jolson, Jimmie Lunceford y su Orchestra, Ethel Waters, Lena Horne, Mary Martin, Jimmy Dorsey con su orquesta, en la que sobresalen las voces de Bob Eberly y Helen O'Connell, Doris Day, la Glen Miller Band, Benny Goodman, Bing Crosby con Grace Kelly y la Chico Hamilton Band.
Debo señalar, como comentario final de esta entrada, que Aguilar es un crítico despiadado, bajo cuya inclemente mirada caen fulminadas casi todas las obras que comenta. Siempre disconforme, permanentemente insatisfecho, casi ninguna película le complace totalmente, de modo que, como podréis comprobar, en sus textos escatima los elogios, convirtiéndolos de continuo en una sucesión de quejas, reproches y objeciones. Pese a ello, su erudición, su profundo conocimiento de la materia objeto de su estudio y, sobre todo, su apasionado amor por el jazz, permiten disfrutar del libro y, en consecuencia, espero que también de estos programas cuya muy larga presentación cierro aquí ya sin más demora.
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