SUPERTRAMP. EL LARGO CAMINO A CASA
Esta semana Buscando leones en las nubes os invita a la segunda emisión dedicada a Supertramp, el ya clásico -más aun, el legendario- grupo británico que se creó hace ahora cuarenta y cinco años, en agosto de 1969. La hora de radio que ahora os ofrezco se presenta colmada, repleta de excelentes canciones del grupo, diez en total, entresacadas de los a mi juicio cuatro mejores álbumes de la banda: Crime of the Century, Crisis? What Crisis?, Even in the Quietest Moments y Breakfast in America. Se trata de Child of vision, Even in the quietest moments, Babaji, Dreamer, The logical song, Take the long way home (que ante la dificultad de encontrar vídeos del grupo grabados en la época, os dejo en una versión relativamente reciente de Roger Hodgson, uno de los ya talluditos líderes de la banda), Just a normal day, The meaning, Lady y Fool's overture.
Y acompañando a la música, un breve extracto de la letra de cada uno de los temas, textos no especialmente interesantes pero que pueden proporcionar una pista acerca del particular y a veces algo confuso estilo poético de Supertramp.
Dejo aquí, además, un curioso artículo de Ritchie Yorke publicado en 1997 en la revista musical norteamericana Record Week en el que sale al paso de las críticas vertidas contra Supertramp en otros medios de comunicación. Podéis encontrar ésta y mucha otra interesante información en
The logical web, una estupenda página sobre el grupo.
Es increíble. Las cavernas fluorescentes de los periódicos están llenas de bufones que dicen tonterías en serie en una extraordinaria avalancha de ignorancia. Una vez más nuestros críticos han demostrado su asombrosa falta de entendimiento, percepción o sensibilidad. Y uno tiene que admitir que lo que se rumorea sobre ellos es verdad: la mayoría de nuestros críticos de rock más importantes son unos mamones.
Después de una de las giras con más éxito de la historia del rock en Canadá, Supertramp ha sufrido una feroz lluvia de mierda por parte de los críticos capaz de provocar náuseas en el estómago más fuerte. Para cualquiera que estuviera en los conciertos, las críticas están totalmente fuera de tono con lo que realmente sucedió en Toronto y Montreal, donde dieron un total de cuatro conciertos abarrotando el Gardens y el Forum. A juzgar por la exactitud de sus artículos, esos críticos no se merecerían un hueco en el "Medicine Hat Journal".
Normalmente no se considera ético o de buena educación para un periodista de rock criticar a otros colegas. Eso no se hace, muchacho. Por no mencionar las agrias condenas que invariablemente siguen a cualquier crítica hacia los críticos. Entonces, como pueden asegurar quienes lo han sufrido, la venganza se convierte en una obsesión. Así son estas cosas.
A pesar de mi pretendida "madurez", la pasión me obliga a no callarme. Es hora de que los que dan palos dejen de reírse. Una ignorancia de estas proporciones no puede permanecer sin respuesta. Tras haber sido testigo complacido de esos cuatro conciertos de Supertramp, me veo obligado a salir en su defensa.
Tras haber escrito varios artículos sobre conciertos para diarios de Toronto, puedo apreciar bien que este tipo de críticas son por naturaleza ejercicios emocionales altamente subjetivos, pero los genios de verdad no pueden ser confundidos o malinterpretados. Todo está delante de tus ojos y de tus oídos. Ignorarlo es demostrar una horrible falta de conexión con el curso de la música contemporánea.
Volviendo a leer esas críticas, sólo puedo concluir que jamás había presenciado tantas coces en toda mi carrera. Los críticos se han ahorcado con la soga de sus propias palabras. Los que se hacen llamar "críticos" no estuvieron en el mismo concierto que yo, ni oyeron tocar al mismo grupo. Ninguno de ellos se refiere ni siquiera a la entusiasta reacción del público.
Como pronosticador ocasional del éxito de nuevos grupos de rock (tuve la suerte de apuntar hacia Led Zeppelin y Yes antes de que triunfaran en América, predicciones que al parecer establecieron la credibilidad de mi bola de cristal), me gustaría opinar que el futuro de la música rock puede encontrarse perfectamente bajo las alas de Supertramp.
Después de asistir a algunas sesiones de grabación del "Even in the quietest moments" en la Record Plant de Los Angeles, después de contemplar cinco de sus actuaciones (las dos de Toronto y Montreal y la primera en Kitchener) y después de considerar cuidadosamente sus tres últimos discos, estoy convencido de que Supertramp es el mejor grupo que ha producido este tipo de música en mucho tiempo. No hay ninguna excepción y no pido disculpas por esta frase tan temeraria. Creo sinceramente que la música de Supertramp supera en algo a lo mejor de los Beatles, los Stones, Zeppelin, los Byrds o cualquier otro grupo. Para mí, Supertramp es "la creme de la creme", la cima de la montaña del rock.
Mis convicciones van tan lejos que cuando Paul Gambacinni me preguntó por mis diez álbumes favoritos de todos los tiempos para su próximo libro sobre los doscientos mejores LP's del rock, no tuve dudas en seleccionar como mis tres preferidos a "Even in the quietest moments", "Astral weeks" y "Crime of the century". Y sé que no me arrepentiré de mi elección.
Menciono esto sólo para demostrar que mi visión sobre Supertramp difiere sustancialmente de los disparatados comentarios que se han hecho. Quiero pensar que mis opiniones sobre Supertramp son compartidas por mucha gente en este país, y que no somos nosotros sino los críticos de rock los que no están en la onda de los tiempos.
Lo cierto es que un gran número de amigos y colegas me han insistido en que Supertramp les ha proporcionado el mejor concierto que han visto en su vida. La gente no dice cosas como esas a la ligera. O estás ahí o no estás. Y esto no quiere decir que tantos fans (ochenta mil en Toronto y Montreal y muchos miles en otras partes) no puedan estar equivocados.
Lo que sí me gustaría saber es qué hay de malo en asfaltar el camino del futuro de la música. ¿Qué hay de malo en exhibir el mejor sonido posible en un estadio y en tocar de la forma más compacta que se recuerda?
Las bombas de humo y las ensaladas de coles no tienen nada que ver con la buena música, que es el fin último de cualquier concierto. ¿Es algo soso ofrecer un comentario único y extraordinario sobre el estado de este planeta lisiado cuando tantos otros grupos de rock no han ido más allá de la mierda de perro con canciones del estilo "Mi chica me ha dejado"?
¿Es no tener entrañas afrontar los problemas acusando a aquellos que se han cargado los recursos del planeta, poniendo en palabras la rabia y la alienación de todos los que nos sentimos lastimados en estos tiempos tan tortuosos? ¿Hay falsedad inherente en tomar la filosofía y la cultura extendidas a finales de los 60 y trasladarlas a finales de los 70? ¿Es malo preocuparse por las cosas?
¿Qué hay de malo en conseguir el mejor sonido del bajo y la batería jamás oído y mezclarlo con el sistema de sonido más funcional e infalible que posea cualquier grupo? ¿Qué hay de malo en invertir 250.000 dólares en el mejor sonido posible hoy en día para superar las limitaciones de los estadios gigantescos? ¿Qué hay de malo en hacer que tu sonido en directo sea por lo menos igual de bueno que el de tus discos en estudio? ¿Qué hay de malo en ser sutil e innovador y, muchas veces, profundo?
Su clase de arte sofisticado no carece de entrañas, aunque se les debería pedir a los redactores que se tomaran su tiempo para entender el verdadero significado de ello antes de atacar de una forma tan temeraria. ¿Desde cuándo la búsqueda de la propia conciencia es una enfermedad? ¿Qué hay de malo en explorar otras filosofías?
Sencillamente, la música de Supertramp abarca lo mejor de los 60, algo del espíritu de los 50 y, lo que es más difícil, la mezcla de desesperación y desilusión de los 70. Han tratado mucho más sobre la desintegradora condición humana durante los últimos tres años que el resto de sus contemporáneos.
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