JOHN GALSWORTHY. EL ENCANTO
Irene se sentó al piano bajo la lámpara eléctrica festoneada en gris perla y Jolyon, acomodado en un sillón desde donde podía verla, cruzó las piernas y aspiró lentamente el humo del puro. Ella permaneció unos momentos con las manos sobre el teclado, mientras decidía qué iba a interpretar. Luego empezó a tocar y Jolyon sintió un placer triste, sin igual en este mundo. Poco a poco cayó en un trance, solo interrumpido por el movimiento de su mano al retirar el puro de la boca, a intervalos largos, y llevárselo de nuevo a los labios. Irene estaba allí y el vino del valle del Rin y el aroma del tabaco; pero también había un mundo de luz solar que se volvía luz de luna, de estanques con cigüeñas, cubiertos de árboles azulados, rebosantes de rosas de un rojo oscuro, y campos de espliego donde pastaban las vacas blancas como la leche, y una mujer misteriosa, de ojos negros y cuello blanco, sonreía, tendiendo los brazos; cruzando un cielo que parecía música, una estrella caía y se quedaba prendida en el cuerno de una vaca. Jolyon abrió los ojos. Hermosa pieza. Tocaba bien, con la delicadeza de un ángel. Y los volvió a cerrar. Se sentía milagrosamente triste y feliz, como cuando se está bajo un tilo en flor. No necesitaba vivir de nuevo la vida, le bastaba con permanecer allí, disfrutar de la sonrisa en los ojos de una mujer y aspirar el bouquet del vino. Sacudió la mano: el perro Balthasar se había levantado para lamérsela.
-¡Qué delicia! -dijo-. Continúa, ¡más Chopin!
Irene empezó a tocar de nuevo. Esta vez la semejanza entre ella y Chopin lo impresionó. La forma en que se mecía al andar también estaba presente en su manera de tocar, y en el Nocturno que había elegido, y en la aterciopelada oscuridad de sus ojos, y en la luz de su cabello, que parecía emanar de una luna de oro. Resultaba seductora, sí, pero no había nada que recordase a Dalila ni en ella ni en su música. Del puro de Jolyon ascendía una larga espiral azul que se desvanecía en el aire. “¡Así nos desvaneceremos nosotros! -pensó-. ¡Se acaba la belleza! ¿Se acaba todo?”
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